Este año no estaba yendo como lo planeé. El 15 de enero mi mamá partió.
Y con ella se fue una parte de mí…
esa parte que aún tenía la esperanza de que se quedara un poco más.
Pero en realidad, la esperanza ya estaba encendida.
Había creado una vela en diciembre, como parte de mi propio ritual de cierre de año.
La intencioné con una sola palabra: esperanza.
La intencioné pensando en su recuperación.
Pensando en que aún había tiempo.
Pensando en los milagros.
Y aunque ese milagro no se dio como yo lo soñaba… mi mamá me devolvió algo aún más grande.
Me devolvió la esperanza de vivir con sentido.
La esperanza de crear desde el alma.
La esperanza de sostenerme incluso en el dolor.
El día del cumpleaños de mi esposo el 04 de mayo, encendí esa vela.
Y no tenía nada de especial a simple vista… pero el aroma me abrazó.
La luz me sostuvo.
Y sentí su presencia tan fuerte, tan amorosa, tan viva.
Más viva que nunca.
No era solo una vela.
Era un altar.
Un mensaje.
Un puente.
Una promesa.
En mayo, Ossa cumplió 5 años.
Y me doy cuenta de que cada creación ha sido, en el fondo, un camino de regreso a la esperanza.
A esa esperanza que ya no depende de que todo salga bien, sino de que podamos transformar lo que duele en algo que ilumine.
Por eso los talleres siguen.
Por eso las velas se hacen con alma.
Porque a veces no sabemos qué estamos encendiendo…
hasta que nos damos cuenta de que era a nosotras mismas.
Si tú también necesitas un momento así,
te espero en el próximo círculo.
Porque quizás, como yo, solo necesitas una llama, una palabra, y un espacio seguro
para volver a encender tu esperanza.
Un abrazo muy fuerte,
Laura
PD. Mami, te extraño todos los días de mi vida.
1 comentario
Amiga lo siento mucho, eres muy valiente, te admiro demasiado, Dios me le de siempre mucha fortaleza y paz. Un abrazo fuerte 🙏🏻