¡Hola a todas!
Hace unos días, en medio de uno de mis talleres de velas, conté una historia que me nació del corazón, algo que me sucedió en una actividad empresarial que asistí. No estaba planeada. Simplemente salió, como a veces salen los recuerdos que aún viven en la piel.
Era una historia sobre mi infancia, sobre mi mamá, que tenía que ver con lo vivido en la actividad que asistí.
Mi mamá, que ya no está físicamente conmigo desde este año, pero sigue estando en cada aroma, en cada pausa, en cada llama que enciendo con intención.
Mientras hablaba, se me quebró la voz.
Y lloré.
Lloré frente a las personas que estaban ahí, mujeres que llegaron a crear, a desconectarse del ruido del mundo, a regalarse un momento para ellas.
Y yo, que tantas veces sostengo espacios desde la alegría y la inspiración, esta vez me mostré desde mi herida.
Lo humano antes que lo perfecto
Esa noche, ya en la cama, me invadió la culpa.
Me dije cosas como:
No debí llorar.
Eso fue poco profesional.
¿Y si pensaron mal de mí?
¿Si me criticaron o juzgaron?
Después, muy en el fondo, sentí una voz mucho más sabia que me susurró:
“Tu vulnerabilidad fue tu acto más profundo de amor. No fue debilidad. Fue coherencia. Fue alma.”
No somos robots, somos ritual.
Dirijo talleres de velas, sí. Pero lo que realmente hacemos juntas es mucho más que eso:
Ritualizamos la vida.
Encendemos velas, pero también encendemos memorias, emociones, anhelos, procesos que necesitan ser vistos con cariño.
¿Cómo no iban a aflorar mis lágrimas si hablé de la mujer que me enseñó a ser quien soy?
¿Cómo no iba a temblar mi voz si estaba tocando una parte sagrada de mi historia?
A ti, amiga, que estás leyendo esto:
Tal vez tú también hayas sentido vergüenza por mostrarte sensible.
Por llorar. Por no poder sostener todo el tiempo la pose de “la fuerte”.
Tal vez también sentiste que si te quebrabas un poco, ibas a dejar de ser creíble o profesional.
Hoy quiero decirte algo que aprendí esa noche:
Llorar no te debilita. Te humaniza.
Compartir tu verdad no te resta autoridad, te da alma.
Mostrarte real no te hace menos, te vuelve más cercana.
Este es un espacio de verdad, no de perfección.
En Ossa, no vendemos velas. Creamos pausas.
Y las pausas a veces son para reír.
Y otras, para llorar con el corazón abierto.
Porque llorar también limpia. También sana. También ilumina.
Gracias por leerme.
Gracias por sostener este espacio tan humano conmigo.
Y si alguna vez sientes que se te quiebra la voz.
Recuerda:
Eso no es fragilidad, es el alma respirando.
Con todo mi amor,
Laura