Acá no hay hojas doradas cubriendo las aceras, ni cielos rojizos anunciando el cambio.
Pero hay un otoño que llega cada año, y no entra por la ventana… entra por el alma.
Otoño es esa estación que me visita por dentro.
Me susurra que es hora de soltar lo que ya no florece, de dejar caer lo que pesa, y de quedarme solo con lo esencial: lo que me sostiene, lo que me nutre, lo que me enciende.
Y aunque no vivimos estaciones tan marcadas como en otros lugares del mundo,
yo he aprendido que no necesito ver las hojas caer para transformarme.
Mi cuerpo, mi mente, mi corazón… también tienen estaciones.
Y el otoño, aunque invisible, es poderoso.
Es la pausa antes del renacer.
Es ese momento sagrado donde nos preguntamos con honestidad:
¿Quién era yo hace seis meses?
¿Qué estoy dispuesta a dejar ir para convertirme en quien sé que puedo ser?
A veces, el crecimiento no se ve como flores nuevas, sino como espacios vacíos donde antes hubo ruido.
Como silencio.
Como decisiones que duelen pero liberan.
Como dejar de insistir en lo que ya no vibra conmigo.
Y eso, también es florecer.
Por eso, hoy te invito a entrar en tu propio otoño.
A mirar adentro.
A permitirte cambiar de forma sin tener que explicarlo.
A elegirte, una vez más, con amor y con verdad.
Porque toda mujer que se atreve a soltar, también se está preparando para florecer más alto.
Gracias por visitarme,
Un abrazo enorme,
Laura
2 comentarios
Cada vez que un árbol pierde una hoja, significa que otra mejor crecerá, eso es el otoño para mí.
Es hermoso cómo una persona puede “florecer” sin cambios visibles físicamente, gracias por estas palabras que conectan y nos hacen crecer desde el alma.
Gracias porque tus palabras también serán mías desde ahora: “Porque toda mujer que se atreve a soltar, también se está preparando para florecer más alto”.